Ehh... mi información... según esto

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D.F., Mexico
Intentaré ser lo más exacta posible, pero con tan poco espacio no prometo nada, jaja, vean, sólo puedo poner 1200 carácteres, y, escribo tanto, tengo tantas cosas que decirles que simplemente no me caben, jaja Esta bien, les diré que me gusta leer, algo demasiado obviooo, también escribir, jaja, y... me gusta... el helado, aahhh, sobre esto, tengo que decirles que soy un helado de uva karateca, jaja, y además sepó(no hay otra forma de escribirlo) rico, jaja, y también me gusta reirme de todo, comer chocolate, pastel y cantar, bambambam barararararara, y así mientras bailo, jajaja Por último!!! deseo ser vagabunda o trotamundos, jaja, aunque lo segundo suena más bonito, así que me gustaría que me regalaran un bastón negro para cuando ejerza mi profesión o unos tennis-botas con suelas enormes para poder subir montañas y vadear rios, jaja

6/4/08

Buscando a una chica

BUSCANDO UNA CHICA
Musité una débil frase de consuelo y abandoné el lúgubre recinto. No me apetecía seguir ahí. Era fastidioso y monótono oír sus rezos y plegarias. Y a pesar de no creer en Dios debía guardar un poco de respeto: era mi familia.
Pero inclusive con mis buenos propósitos no duré ni un cuarto de hora, mi sed de diversión y aventuras era tan grande que me obligaron a irme, al fin y al cabo, no pensaba acompañarlos en sus rezos, así que mejor me iba…
Con paso sigiloso me dirigí a la puerta.
Deseaba bailar, divertirme, conocer gente… sobre todo chicas.
Salí y el aire, fresco y frío, me lleno de vitalidad, de energía…, crucé la avenida y fui al Centro, quedaba solo a un par de calles, allí podría hallar todo lo que desease…

Me encantaba la ciudad, sus calles solitarias y brillantemente iluminadas, sus fachadas de la época de la Conquista, con grandes ventanales y balcones…

Me metí a un antro de mala muerte, como lo llamaría mi madre, y busqué a algún conocido. Pero no tuve suerte. Así que fui por algo de licor y me senté.
Observé a las personas que bailaban y se divertían… tal vez hoy encontraría a otra…, pero nada era seguro.

¡Vaya que tenía suerte!

Una muchacha estaba sentada, sola, unos metros frente a mí. Se veía aburrida y hastiada del lugar. Pero lo más importante es que cumplía el perfil: era alta, delgada, morena, cabello negro y ojos castaños. Perfecta.
Me acerqué lentamente, con una sonrisa titubeante en los labios, tratando de imprimir a mi postura un poco de timidez para ganar su simpatía, y cuando vi que ella me dirigía una pequeña sonrisa apuré el paso.

-¡Hola!- saludé, tratando de que mi voz se oyera por encima del ensordecedor sonido
-Hola
-¿Qué tal?, ¿Cómo te llamas?
-Verónica… y ¿tú?
-Pedro- mentí

Ella no contestó, así que me vi obligado a improvisar, hasta que logramos mantener una conversación animada y superficial.
-¿No prefieres salir?.... aquí hay mucho ruido
-Me encantaría

Salimos al exterior y vi que tenía a la chica totalmente embelesada. Probablemente nunca había conocido a un chico tan divertido y apuesto. Sonreí. Yo era verdaderamente apuesto, la imagen que todas las chicas tienen en mente al pensar en su hombre ideal: era alto, fuerte, musculoso, con un cabello negro fuerte y tupido, ojos azules y piel clara. Un verdadero bombón, pensé.
Así que, sin que ella se diera cuenta, nos empezamos a alejar del centro nocturno, bromeando y riendo. Hasta que llegamos al lugar perfecto…
Era una calle oscura y solitaria, sin transeúntes. Miré fijamente los ventanales… no había luz en el interior… nadie asomándose por las ventanas…
Y ella estaba demasiado encantada mirándome como para percatarse en donde estaba.
Con un movimiento rápido, y ligeramente brusco, la empujé hacia la pared. Vi como el miedo se reflejaba en sus pupilas, pero no gritó… perfecto.

La besé, hice que sintiera placer con mis besos, olvidándose del temor, mientras yo deslizaba sigilosamente la mano derecha en mi bolsillo trasero.

Saqué una afilada y reluciente navaja. Y con movimientos elegantes y estudiados la acerqué a su cuello. Ella tenía los ojos cerrados, solo consiente de mis besos, y yo le corté el cuello de un modo tan sutil que ella no sintió ningún dolor…, yo lo hacía tan bien que ellas no sentían ningún dolor, pensaban que era una caricia.

Pero ella notó como la sangre empezaba a fluir, a escapársele. Dejó de besarme y se llevó las manos al cuello, de donde salía más y más sangre.
Las lágrimas empezaron a escurrir por su cara mientras yo la observaba. Un pequeño gemido brotó de sus labios. Pero no gritó. Ningún gritó de auxilio escapó de su descuartizada garganta. Y yo me quedé ahí, frente a ella, observándola, hasta que cayó sobre las losas del suelo, yerta, fría, desangrada.
Limpié la navaja con su ropa y salí del callejón.

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