Ehh... mi información... según esto

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D.F., Mexico
Intentaré ser lo más exacta posible, pero con tan poco espacio no prometo nada, jaja, vean, sólo puedo poner 1200 carácteres, y, escribo tanto, tengo tantas cosas que decirles que simplemente no me caben, jaja Esta bien, les diré que me gusta leer, algo demasiado obviooo, también escribir, jaja, y... me gusta... el helado, aahhh, sobre esto, tengo que decirles que soy un helado de uva karateca, jaja, y además sepó(no hay otra forma de escribirlo) rico, jaja, y también me gusta reirme de todo, comer chocolate, pastel y cantar, bambambam barararararara, y así mientras bailo, jajaja Por último!!! deseo ser vagabunda o trotamundos, jaja, aunque lo segundo suena más bonito, así que me gustaría que me regalaran un bastón negro para cuando ejerza mi profesión o unos tennis-botas con suelas enormes para poder subir montañas y vadear rios, jaja

17/12/07

El dolor de mis heridas


La tenue luz que se filtraba por las cortinas basto para irritarme. ¡Cómo me enojaba trabajar de noche! Era sumamente difícil que conciliara el sueño con ese ruido, con ese mundo tan lleno de vida y diversión, con personas que ansiaban experimentar cosas nuevas y reír a cada momento… ese mundo que cada día me llamaba por la ventana…, al que me gustaría pertenecer… no al lúgubre y oscuro mundo de los hospitales nocturnos.
¿Pero qué podía hacer?, era mi trabajo, yo lo había elegido, y me había costado mucho esfuerzo y dedicación alcanzarlo, no lo iba a dejar por un simple problema de horario.
Me incorpore ligeramente del lecho y me dieron unas ganas inmensas e incontenibles de comer algo, pero, ¿para qué levantarme?, nunca había comida en casa…

Rin, Rin

¡Carajo! ¿Quién demonios habla a esta hora?

-¿Bueno?
-Por favor con Julie
-¿Quién habla?
-Alejandro
-Soy yo, Julie
-Podría jurara que estabas dormida
-¡¿Qué tú no duermes?!
-¡Qué pregunta!, claro que duermo, pero no a las dos de la tarde
-Ahh, ¿ya son las dos?
-Julie, ¿en qué mundo vives?
-Lo siento, es por mi nuevo trabajo, el horario me revuelve
-¿Trabajas de noche?
-Desde hace tres días, soy enfermera de guardia y me pagan una miseria
-Pero tienes empleo, yo reviso todos los días el diario
-¡Pero vaya empleo!, me siento tan agotada…
-Talvez sea mejor que te llamé otro día…
-¡No!, me agrada oír tu voz
-Ya, pero la tuya suena adormilada, en serio, mejor hablamos otro día…
-Bueno, adiós
-Adiós

¡Maldito horario! Llevaba semanas esperando esa llamada y no había durado ni diez minutos. Ojala pudiera conseguir un cambio…

15:00 hrs.
15:15 hrs.
15:30 hrs.

¡OH! ya se me hizo tarde, me paré de la cama y corrí a la ducha, deseando sumergirme en un potente chorro frío que me despertase y me devolviese la vitalidad…, me quité las bragas y el sujetador, los arrojé al cesto de ropa sucia y entré apresuradamente a la ducha. Salí completamente helada. Me vestí a toda prisa, unos simples jeans y una blusa corta, más el suéter y, por supuesto, la obligatoria ropa blanca que llevaba en la mochila.

Me dirigí a un pequeño y ordinario restaurante, si se le podía llamar así, y pedí un bistec, papas y una coca-cola. Saqué el grueso e imponente libro, que ahora ocupaba mi atención, y comencé a leerlo, alejándome de todo y de todos y sorprendiéndome, al alzar por un momento la mirada, de descubrir la mirada, de un apuesto y musculoso chico, fija en mí…
Me sonrío e inmediatamente cedí a la tentación de contestarle con otra sonrisa. Se acercó con pasos pausados y firmes a mi mesa y tomo asiento sin dejar de mirarme.
Dejé a un lado el libro y comencé a platicar alegremente con él, formulamos las preguntas de rigor en un par de desconocidos y luego nos enzarzamos en una brillante discusión sobre la importancia de la medicina.
Terminé invitándolo a cenar en mi casa, sin repara en el hecho de que no sabía cocinar y nunca había comida. Además del hecho de que trabajaba de noche, pero podía pedirle a alguien que me supliese.

Llegué al hospital justo a tiempo, corrí a cambiarme y me sumergí de nuevo en la monotonía diaria de las guardias nocturnas…
Terminé el día, o más bien, la noche tan aburrida y usual como las demás. Realmente a veces me preguntaba si todo lo que hacia tendría sentido, al fin y a cabo moriría, entonces ¿para qué molestarme con necedades tales como el dinero, el trabajo, el estudio, el ser honesto y siempre actuar conforme a las normas?, tal vez lo único importante es divertirme, vivir cada instante como mejor me parezca…, para que cuando sea vieja y este a punto de caer en la oscuridad evoque cuando era joven y loca y tenías unas ganas inmensas de vivir…, para que una última sonrisa ilumine mi decrépito rostro cuando esté en una sombría y gris tumba, siendo devorada por miles de gusanos y todos mis recuerdos hayan sido carcomidos por el tiempo…


El aire frío y sin sentido se colaba dentro de mí, paralizándome, adormeciéndome, congelando cada una de las fibras de mi ser…, pero tenía que salir, tenía que calmar mi corazón, que latía alocada e intempestivamente dentro de mí…
Todavía podía revivir sus manos sobre mi cuerpo, su sonrisa apasionada y, al mismo tiempo, cariñosa…
Todavía podía sentir sus besos derramándose sobre mí, sus besos calientes y húmedos, que me hacían estremecer de placer y de deseo, que me hacían desear que ese instante fuese eterno, que no acabase nunca…
Todavía podía imaginar su cuerpo tendido junto al mío, joven y bello, vigoroso y etéreo…

Ocurrió lo que tenía que pasar, el acudió puntual a la cita y yo compre comida china. Cenamos, conversamos y finalmente la pasión y la abstinencia provocaron lo que nunca me había atrevido a pensar que sucedería… lo seduje.
Lo lleve a la cama y volví a experimentar ese gozo titánico y sublime que es el orgasmo…

Regresé a la habitación. Él dormía profundamente. Me desnudé, aparte las sábanas y me tumbe junto a él, apretando mi pecho desnudo contra su torso.

Me desperecé lentamente. Voltee esperando palpar una fuerte espalda junto a mí, pero solo encontré una cama vacía y sola, que aún conservaba el contorno de su cuerpo…. y una nota.
Una nota vaga y escrita con prisas, y sin embargo con el brillo latente y sutil de la obsesión. Me estremecí.

Camino al hospital sentí que había exagerado, probablemente la falta de aventuras en mi vida habían provocado que viese algo que realmente no existía, y sin embargo, lo que sentí al leer la nota no fue amor, ni deseo, ni excitación, fue simplemente miedo, un miedo que ahora me roía las entrañas y no me permitía concentrarme.
Y aquí estoy ahora, pensando en lo que provoco mi vientre intempestivo e insaciable, cuando llegó un paquete al hospital…
Llena de una irremediable curiosidad miré la tarjeta… y el corazón se me paralizo… era de él… Gregorio
El paquete esta totalmente lleno de libros, notas, cartas y demás detalles sobre mi existencia. Me sentí mareada y apunto de perder el conocimiento. Mi vida en miniatura; se encontraba allí todo lo que había hecho, los amigos que había tenido, facturas, fotos, mis notas escolares, todo, absolutamente todo, estaba allí.

Dando tumbos me dirigí a la los aseos. Ya no pensaba lo que hacía, solo tenía un único propósito en mi mente: salir de aquí, ir a mi departamento, sentirme segura entre mis cosas.
Me cambié el uniforme, de manera mecánica e inconsciente, y me asusté al descubrir que el hospital se encontraba muy, muy solo, desde que había abierto el paquete solo había visto a un par de enfermeras y un doctor, reinaba un silencio absoluto y empecé a sentir temor, pero tenía que hacer algo. Tenía que intentar ponerle un alto y de sentir que solo fue una broma cruel de su parte. Tomé el teléfono.

-¿Gregorio?
-Hola mi amor ¿Cómo estás?
-Bien, pero te quería preguntar algo
Silencio
-Gregorio ¿Tú mandaste un paquete al hospital?
Silencio
-¿Gregorio?
Y entonces sonó una risa fría y diabólica
-Sabes ¿qué me pasó hoy?
-Gregorio, no estamos hablando d…
-Una vieja loca me atacó
Colgó
Empecé a llorar. No podía detenerme. Las lágrimas fluían de mis parpados con vida propia.
Nunca, en mis veintiséis años de existencia me había sentido así, tan indefensa ante una persona, una persona que al parecer conocía cada detalle de mí.
Me sentía espiada e invadida.

Estuve allí tanto tiempo que cuando intente pararme no lo conseguí, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano. Tenía todo el cuerpo entumido y me costaba trabajo moverme.

03:20 hrs.

Decidí irme a mi casa. En este estado no podría hacer nada bien, lo estropearía todo.
Por irme podía perder mi trabajo, pero no me importaba, con tal de salir de ese edificio, tan inhóspito e impersonal.
Salí al pasillo y sentí el silencio tan opresivamente que me apresuré a salir, pero doble el recodo y lo vi.
-¡Déjame tranquila!- grité
Probablemente el ruido atraería a alguien que me pudiese ayudar…, pero el no pareció escucharme. Se dirigió hacia mí, con los mismos pasos firmes y seguros de restaurante, y con la misma sonrisa de cuando hicimos el amor…
-Siempre desee recoger a mi mujer en su trabajo, ¿tú nunca fantaseaste con que alguien viniese a recogerte?
-¡Gregorio!, ¡escúchame por favor!, no deseo saber nada de ti, estás loco y necesitas ayuda, por favor no te me acerques.
Y entonces ocurrió, la cara se le enrojeció violentamente, los ojos le salieron de sus orbitas y empezó a temblar incontrolablemente
Sentí como el temor se iba apoderando de cada parte de mí, solo deseaba escapar de aquel lugar, alejarme de él y dejar de sentir esta peligrosa inseguridad.
Traté de dar un paso hacia atrás, pero mi cuerpo ya no me obedecía, estaba por derrumbarme, pero el miedo y el terror me dieron fuerza, di un paso hacia atrás y vi como él se enfurecía más.
Di un par de pasos más y choqué con algo, entonces él se acercó rápidamente, me aferró por los hombros y me agitó furiosamente.
-¡Mira! ¡Mira lo que me has hecho!, ¡Mira en que me has convertido!- me gritó en la cara.
Yo no conseguía ver algo de parecido con la persona que estaba frente a mí, agitándome, y la que me encontré en un restaurante y, posteriormente, la que estuvo en mi cama.
Junté las escasa fuerzas que me quedaban y lo empujé hacia atrás, el trastabillo y cayó con un golpe sordo. Me di la vuelta y corrí por el pasillo, mientras mi cerebro gritaba “más rápido, más rápido”. Escuché un aullido espeluznante detrás de mí y el correr desenfrenado de unos pies monumentales.
Trate de correr más rápido, a pesar de que eso era imposible, y resbalé, sentí que el tobillo se me partía por el dolor y entré apresuradamente por la primera puerta que encontré, la sala de urgencias.
Una fuerza colosal empujo la puerta y él entró a la habitación.
-¡Sé que estás aquí!- gritó
Empezó a volcar sillas, aventar camillas y a aullar como un poseído. Un gemido incontenible broto de mi garganta. Me oyó, se acerco rápidamente y apartó la camilla tras la cual me encontraba; se arrodillo ante mí.
-¿Porqué huyes de mí?- preguntó. Ya no parecía enfurecido, sino triste, y había cierto tinte de melancolía en sus ojos…
Pero un río incontenible de lágrimas manaba de mis ojos y eso pareció molestarlo, la llama de la ira encendió sus pupilas y se llevó la mano a su bolsillo trasero, sacó una reluciente y afilada navaja…
Empecé a gemir con desesperación y el me abofeteó.
-¡Por favor! ¡Por favor no me hagas daño!- la mejilla me escocía y me sentía física y psicológicamente dominada por él.
-¡Cállate!
Dos bofetadas más
Entonces acercó su cara a la mía y me besó con furia y desesperación, los labios comenzaron a sangrarme por sus salvajes mordidas y el sentir el sabor de mi sangre en su boca pareció deleitarlo.
Sentí el impulso de seguir gritando, de defenderme con las escasas fuerzas que me quedaban, pero sabía que si me resistía moriría, así que traté de aguantar de manera estoica el suplicio.
Empezó a desabotonarme la blusa y en el momento que se agachaba a besar mis pechos solté un grito sobrehumano y lo empujé. El rostro se le desencajó y soltando un aullido tomó mi nuca y comenzó a golpearme una y otra vez contra la pared…
Entonces, con mi resistencia completamente quebrantada, hizo lo que deseo conmigo, me besó, acarició y poseyó.
Quedó satisfecho y agotado sobre mí.
-¡OH amada mía! si supieses lo mucho que significabas para mí, lo mucho que te habría amado y servido…, pero ya no, ya no te necesito…, y aún así lo siento, realmente lo siento.
Entonces sentí un profundo e insuperable dolor en el pecho…una dolorosa herida que se abría una y otra vez… sentí la sangre saliendo de las múltiples heridas… no podría soportarlo más…

Y entonces caí en ese abismo insondable y etéreo que es la muerte, condenada a vagar por siempre en ese edificio lúgubre, a ver el horror y la muerte a la cara todas las noches, y a sentir el palpitante y eterno dolor de mis heridas.



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