Ehh... mi información... según esto
- Aksha
- D.F., Mexico
- Intentaré ser lo más exacta posible, pero con tan poco espacio no prometo nada, jaja, vean, sólo puedo poner 1200 carácteres, y, escribo tanto, tengo tantas cosas que decirles que simplemente no me caben, jaja Esta bien, les diré que me gusta leer, algo demasiado obviooo, también escribir, jaja, y... me gusta... el helado, aahhh, sobre esto, tengo que decirles que soy un helado de uva karateca, jaja, y además sepó(no hay otra forma de escribirlo) rico, jaja, y también me gusta reirme de todo, comer chocolate, pastel y cantar, bambambam barararararara, y así mientras bailo, jajaja Por último!!! deseo ser vagabunda o trotamundos, jaja, aunque lo segundo suena más bonito, así que me gustaría que me regalaran un bastón negro para cuando ejerza mi profesión o unos tennis-botas con suelas enormes para poder subir montañas y vadear rios, jaja
27/6/08
Alteración de plasma [completo]
Tenía que matarlo, era mi deber, ya no podía echarme para atrás. Debía ser fuerte y afrontar mi destino.
Caminé lentamente por el pasillo. Mis pasos retumbaban en el suelo de mármol y el eco reverberaba en las paredes. Sentía que alguien me seguía, que detrás de cada sombra, de cada columna, de cada puerta y de cada cortina, alguien se ocultaba y esperaba que yo diera un paso en falso para matarme.
Pero no podía caminar más deprisa. Cada alzar el pie era un tormento, una acción que me acercaba más y más a él. Al final.
Me detuve. La puerta estaba frente a mí. Insólitamente pesada, grande, terrible.
Mi cuerpo empezó a temblar, a estremecerse. La respiración se me aceleró, el corazón me latía con fuerza. Acerqué mi vacilante mano al picaporte…
El sudor me resbalaba como agua por mi frente. Un fuego me roía las entrañas.
Aferré el picaporte. Era ya lo único que me separaba de él, una puerta que mi cuerpo se negaba a mover.
Giré el picaporte muy lentamente. Escuché el clic al abrirse. Luego silencio. El forcejeo de mi respiración.
Empujé la puerta, se movió con un chirrido. Dejé vagar la vista por la habitación. No podía moverme. Mi cuerpo, presa del pánico y el miedo, no me obedecía.
Las cortinas estaban corridas. El lugar en penumbras, sólo la tenue luz de una vela quebrantaba el silencio. Sombras y contornos vagos que se extendían frente a mis ojos.
Él estaba allí. Exactamente donde tenía que estar, acostado sobre el lecho. Tenía el pecho desnudo y brillante de sudor. Su cabello negro se derrapaba sobre las almohadas… se veía tan bello.
Metí la mano en el bolsillo de la gabardina. Toqué el duro metal. Lo hice rodar entré mis dedos y después lo tomé por el mango, lo saqué, sin darme tiempo para pensar en lo que hacía. Debía darme prisa o nunca lo haría.
-Date prisa, por favor – Musitó Su voz era un débil y casi imperceptible murmullo
Me fijé en su rostro. Tenía los ojos levemente entreabiertos, la cara congestionada y perlada de sudor. Las aletas de su nariz vibraban al compás de su respiración.
Caminé hasta que estuve al lado del lecho. Vi los espasmos que recorrían su cuerpo, los finos hilos de venas que se le marcaban de forma grotesca en la piel, tejiendo telarañas infinitas sobre su cuerpo. Ahora había nuevas arrugas en su rostro, surcos que le recorrían la frente y adornaban las comisuras de sus labios.
Desee besarlo, sentir por última vez la humedad de su lengua y el ímpetu de sus labios… pero ya no, era imposible, el más mínimo contacto con su saliva me contagiaría.
-Lucía, por favor, ya no aguanto – ahora su voz era más débil, me costó entender lo que decía. Fijó su mirada en mí, implorante.
Acerqué mi rostro al suyo, me miró con espanto y apretó fuertemente sus labios, tan fuerte que terminaron convertidos en una fina línea blanca.
Posee los labios sobre su cuello y él suspiró.
Tenía la piel salada por el sudor. Le mordí con fuerza, sentí el breve desgarro de la carne y lo solté
Empuñé con más fuerza la cuchilla que tenía en la mano, la acerqué a su pecho…
-No puedo – las lágrimas empezaron a nublar mi visión
-Tienes qué, por favor, vamos hazlo, no sabemos que me pasará después, date prisa – me miró loca, enfebrecidamente
-Te amo, por favor no me hagas hacerlo… busca a otro
-Lucía, ¡hazlo!, hazlo o yo te mataré – la locura brilló en sus pupilas, los labios se le curvaron en una grotesca y maliciosa sonrisa.
Di un respingo y retrocedí un par de pasos. ¡Oh, por Dios!, ya estaba enloqueciendo, faltaba poco para que el gran cambio se operara en él
Dejó caer pesadamente su cabeza sobre la almohada y cerró los ojos.
-Lucía no te haré daño, pero hazlo ya, no sabemos que me pasará después
Me aproximé otra vez al lecho. Acerqué mi mano con la cuchilla a su cuerpo y la apoyé sobre la clavícula.
Su cuerpo se tenso, el labio inferior comenzó a temblarle y sus ojos se movieron rápidamente debajo de sus parpados… y sentí, por primera vez, que no podría llevar a cabo mi tarea, y no por mi indecisión, sino porque él ya no me dejaría.
Presioné el metal y una gota de sangre apareció, brilló un momentáneamente y se deslizó por su piel. Seguí presionando mientras deslizaba, lentamente, muy lentamente, la cuchilla sobre su piel, dejando una estela roja a mi paso.
Miré su rostro. Tenía la mandíbula apretada y los ojos cerrados, los músculos se le marcaban en la piel, como si estuvieran preparándose para atacar. Me dio miedo y corté más deprisa. Ya sólo deseaba alejarme de él, de esa oscuridad que lo absorbía y lo hacía todo irreal, impenetrable, escurridizo e ilógico.
Terminé de degollarlo, la sangre le escurría por el cuello y manchaba las sábanas… pero él no parecía estar a un paso de la muerte, sino plenamente vivo a pesar de que se estaba desangrando.
Sus mejillas no palidecieron ni se aflojó la tensión de sus músculos, parecía inmune a la perdida de sangre.
Me quedé inmóvil, mirándolo. Queriendo que todo terminase de una vez por todas.
Entonces paso. Lo que más temía.
La sangre cambio, empezó a tomar un tinte negruzco, a hacerse más oscura… a volverse completamente negra
Reprimí un grito, mis ganas de correr y huir de lugar…. Ya no había nada que hacer, ahora nada lo mataría… era… era inmortal.
Se removió entre las sábanas, los espasmos recorrieron su cuerpo, abrió los ojos, sin saber que pasaba, la sangre negra ahora le escurría por las fosas nasales y la barbilla, pequeñas gotas oscuras brillaban en su piel en vez de sudor.
Sin darme cuenta había estado retrocediendo, alejándome de él… mi cuerpo se estampó contra la pared y me quede inmóvil, contenido el aliento.
Por fin dejó de moverse, su pecho todavía subía y bajaba aceleradamente pero su cuerpo ya no se convulsionaba
El sabor salado de las lágrimas llego a mis labios, él ya jamás sería mío, ahora era otra cosa… una cosa extraña que yo no comprendía…
Abrió los ojos… ya no tenían ese suave tono miel… era negros como el carbón, como túneles sinuosos e inacabables, pozos profundos donde vivía la desesperación y el sufrimiento… un camino a la oscuridad que ahora invadía sus venas y su alma
Giró la cabeza en mi dirección y fijó en mí sus pupilas… un destello de desilusión le recorrió la mirada…
-No lo hiciste a tiempo…– sin darme tiempo para reaccionar se incorporó de un salto y caminó hasta estar frente a mí. Me dio miedo, por su garganta todavía escurrían gotas de sangre, pero la herida había desaparecido, su cuerpo irradiaba una fuerza sobrenatural. No intente moverme, ya no tenía caso, su cuerpo y la pared me lo impedían. – Tanto tiempo deseándote, suspirando cada noche por tenerte junto a mí, por poder tocar tu piel, recorrer tu cuerpo, besar tus labios…
Tenía la mirada fija en mí. Colocó uno de sus dedos en mis labios y luego fue descendiendo, llegó a la base de mi cuello… pero no se detuvo, siguió bajando hasta que llego a la abertura de mis pechos.
-¿Ya no me deseas?, jaja, vamos, ¿qué crees que no veo el temblor de tus labios?, ¿qué no siento el palpitar de tu corazón?
No respondí, no podía, no sabía que pasaba y mucho menos que pasaría.
Él acercó sus labios a mi cuello, aferró mi cintura con sus manos y me atrajo hacía sí.
-¡Ah! - el grito se abrió paso a través de mi garganta, sentía mi sangre escurriéndome por el cuello, la fuerza de succión que él ejercía sobre mí, el dolor inquebrantable de saber que me estaba matando, absorbiendo.
Las piernas me fallaron, un mareo me nubló la mente, alcé los brazos para empujarlo, pero era inútil, ya no conseguía saber que pasaba, la pérdida de sangre me estaba debilitando. Mientras él succionaba mi sangre cada vez con más fuerza, estrujaba mi cuerpo y hacía que toda la mezcla roja que había en mi cuerpo pasara por sus labios…
Dejé de pensar, mi alma empezó a navegar por la oscuridad que invadía el lugar…
Sentí que la presión de sus colmillos sobre mi piel iba desapareciendo… pero que importaba ya… no tenía ni una gota de sangre en las venas…
Sus brazos me rodearon, alzó mi frágil cuerpo y me llevó a su cama. Me dejó sobre las sábanas y se sentó al lado mío, empezó a acariciar mi cabello.
-Lo siento Lucía, en serio, no quería que esto pasará así… y lo sabes….
Me costaba trabajo respirar, entender lo que él decía, sólo deseaba cerrar los ojos y olvidarme de todo, sumergirme en la inconciencia que empezaba a invadir poco a poco mis sentidos…
-No pude evitar lo que pasó, necesitaba tu sangre, sino no lo hubiera hecho… pero ya no puedo hacer nada por ti… en seri…
Sus palabras se diluyeron como sombras en la oscuridad, mi corazón se detuvo definitivamente y dejé de respirar… los ojos se me cerraron poco a poco… todo se sentía frío… terriblemente frío… las palabras… ¿qué palabras?.... ¿de quién?.... ¿qué decía?... zumbidos molestos en mi cabeza… silencio… puntos… yo… espacios de inconciencia en blanco… nada….
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