El viento hacía estremecer las ramas y alborotaba mi cabello, los mechones volaban a ambos lados de mi rostro y las hojas bailaban en las copas de los árboles.
Tenía frío. Estaba sentada sobre el suelo, recargada en una pared todavía cálida por el sol mediodía y sujetaba con fuerza mis piernas contra el resto de mi cuerpo.
No quería pensar. No podía pensar.
Sabía que no debería haber ido, que lo mejor hubiese sido olvidarlo todo y vivir en la alegre inconciencia de la demás gente, seguir pensando que el mundo era diferente, que aquello simplemente no podía existir.
Vanas esperanzas. No podría seguir viviendo así, todas las noches el mismo terror me carcomería las entrañas, el mismo sudor me resbalaría por la frente y la misma presión en el pecho no me dejaría respirar.
Lo mejor era acabar con eso, de una vez y para siempre. Acabar con todo y al mismo tiempo ayudarlo a él en su búsqueda de sangre.
Esperaba que se diese prisa. Seguir allí, pensando en lo que pasaría, pensando en mi muerte, quizás haría que desistiera y huyera pese a todos mis propósitos.
Dejé vagar la vista en derredor, tratando de apartar su imagen de mi mente, su piel gris y sin vida, sus cuencas hundidas en el rostro, su cuerpo escuálido y quebradizo, su…
El callejón estaba sucio, la basura se apilaba a ambos lados de las aceras y un olor nauseabundo invadía el aire.
Él no llegaba.
Negros nubarrones se extendían ahora por el aire. No alcanzaba a distinguir más que sombras e indefinibles contornos. Mis vías de escape se había esfumado, tendría que morir quisiera o no.
Tenía las manos frías y sudorosas. La respiración se me aceleró.
¡Demonios! ¡¿Qué hago aquí?!
Deseé correr, pararme y salir corriendo de allí, pero no, ya no lo haría, ya no podría hacerlo.
Intenté vaciar mi mente de todos mis recuerdos, prepararme para morir, para dejar de existir…, pero ya no podía, todo mi valor, mi energía, mi decisión, todo, se había esfumado. Ahora sólo me quedaban las risas, las alegrías, las lágrimas, los amigos, todo regresaba a mí
Entonces lo sentí. El vaho repugnante que exhalaba su cuerpo, el aroma viejo y desgastado de su piel, su conciencia de criatura milenaria… casi podía oír el débil latido de su corazón.
Apreté los puños con fuerza, todo mi cuerpo se tenso.
Su conciencia entró en mí mente, la sentía vagar por mis recuerdos, explorar mis más indefinibles emociones, adentrarse en mis miedos, vagar por mi subconsciente y comenzar a controlar mis movimientos.
Cerré los ojos, no deseaba verlo otra vez, verlo me enloquecía, me hacía desear gritar… desear escapar.
Sus redes de poder siguieron su recorrido por mi cuerpo. Sentí como le ordenaba a mi cuerpo que se levantase. Me resistí, intenté evitarlo, deseaba quedarme allí sentada, pero él no me dejo, obligo a mis piernas a moverse y tuve que incorporarme. Me quede allí, sostenida sólo por su fuerza, por el poder de su voluntad y de sus siglos de sabiduría.
Mis pies se movieron lentamente, hacía él. No veía nada. Seguía con los ojos fuertemente cerrados, deseando desaparecer, fundirme con las sombras que sabía que me rodeaban, con la negrura que se extendía por mi alma.
Cada vez su olor era más penetrante, se colaba por los poros de mi cuerpo, por las fosas de mi nariz, por cada hendidura de mi cuerpo.
Mis pies se seguían deslizando por el pavimento… y me pregunté si esto tendría algún caso, si a él le serviría, aunque sólo fuese un poco, mi sangre.
Pero eso ya no importaba, le sirviese o no, la tomaría, me tendría que hacer a la idea de una buena vez, él se bebería mi sangre, así, sin rodeos de ningún tipo, me haría completamente suya por medio de la sangre, estaba a un paso de morir, de la forma más inimaginable que era posible, a manos de una criatura de la que pocos o nadie conocía su existencia, que su creación se remontaba al principio de los tiempos y seguía su vagabundeo por el mundo en búsqueda de la sangre, la magnifica sangre, que le devolvería toda su fuerza y poder, que lo haría total y completamente invencible…
Pero había tanta sangre en el mundo, tantas partículas con la maravillosa mezcla que a pesar de todos los siglos, milenios, años, que llevaba en su búsqueda, no había hallado ni la más mínima gota. Ni la más mínima.
Y aquí aparezco yo en la historia, con un par de probabilidades a mi favor de llevar en mis venas el necesario líquido rojo…
Di un resoplido, no tenía ninguna necesidad de recordar todo eso, como él exploro mi mente, se coló en mis sentidos y aturdió mi conciencia a tal grado que ya no sabía quién era yo, ni cuando me atacaría él.
Así que me ofrecí voluntariamente, sin rodeos, no quería vivir esperando el momento en que él se volviese a colar en mi mente y me matase o algo peor. Quería acabar con esto de una buena vez.
Sentí el olor putrefacto de su respiración en mi cara. Reprimí una arcada. Estábamos muy cerca, demasiado cerca… quizás sólo unos centímetros separaban mi rostro del suyo.
Luego su piel. La textura rasposa y vieja sobre mi cintura. Mi cuerpo comenzó a temblar y estremecerse. Él estaba dentro de mí, su conciencia fundida con la mía, en un pacto diabólico e inexplicable, incongruente e ilógico, sin sentido.
Empezó a cobrar fuerza, a hacerse una presencia cada vez más fuerte frente a mí, su poder se extendía al infinito, casi podía sentir las redes de su pensamiento rodeándome, colándose por cada resquicio de mi piel.
Luego su energía me invadió, rompió todas las barreras y fluyó libre por mi cuerpo. El dolor era terrible, parecía que un fuego subía y bajaba por mis venas, dejando un estela de dolor a su paso… hasta que llego al corazón… allí se detuvo, yo ya no podía respirar, cada vez me separaba más de mi cuerpo, de mi sangre…
La energía se detuvo allí, una sensación cosquilleante y abrupta. No podía pensar en otra cosa más que en eso, en el dolor.
Luego exploto, grité, el sonido desagarro los tendones de mi garganta y se perdió en la oscuridad, sentía la sangre vagando por todo mi cuerpo, como él la atraía con sus redes de poder hacía mi boca…. como él me besaba y succionaba toda la sangre.
Sólo lo sentía… ya no podía abrir los ojos… no sabía ahora donde estaba… mi cuerpo era mío y al mismo tiempo no… ya no tenía ningún control sobre él…
Mi sangre empezó a agotarse, el succionaba con más fuerza… quería hasta la última gota… y yo… yo me empecé a hundir en la oscuridad… vaga conciencia amorfa que vaga por los confines del universo sin saber como ni donde fue creada…. y la oscuridad eterna, infinita, de mi muerte.
Tenía frío. Estaba sentada sobre el suelo, recargada en una pared todavía cálida por el sol mediodía y sujetaba con fuerza mis piernas contra el resto de mi cuerpo.
No quería pensar. No podía pensar.
Sabía que no debería haber ido, que lo mejor hubiese sido olvidarlo todo y vivir en la alegre inconciencia de la demás gente, seguir pensando que el mundo era diferente, que aquello simplemente no podía existir.
Vanas esperanzas. No podría seguir viviendo así, todas las noches el mismo terror me carcomería las entrañas, el mismo sudor me resbalaría por la frente y la misma presión en el pecho no me dejaría respirar.
Lo mejor era acabar con eso, de una vez y para siempre. Acabar con todo y al mismo tiempo ayudarlo a él en su búsqueda de sangre.
Esperaba que se diese prisa. Seguir allí, pensando en lo que pasaría, pensando en mi muerte, quizás haría que desistiera y huyera pese a todos mis propósitos.
Dejé vagar la vista en derredor, tratando de apartar su imagen de mi mente, su piel gris y sin vida, sus cuencas hundidas en el rostro, su cuerpo escuálido y quebradizo, su…
El callejón estaba sucio, la basura se apilaba a ambos lados de las aceras y un olor nauseabundo invadía el aire.
Él no llegaba.
Negros nubarrones se extendían ahora por el aire. No alcanzaba a distinguir más que sombras e indefinibles contornos. Mis vías de escape se había esfumado, tendría que morir quisiera o no.
Tenía las manos frías y sudorosas. La respiración se me aceleró.
¡Demonios! ¡¿Qué hago aquí?!
Deseé correr, pararme y salir corriendo de allí, pero no, ya no lo haría, ya no podría hacerlo.
Intenté vaciar mi mente de todos mis recuerdos, prepararme para morir, para dejar de existir…, pero ya no podía, todo mi valor, mi energía, mi decisión, todo, se había esfumado. Ahora sólo me quedaban las risas, las alegrías, las lágrimas, los amigos, todo regresaba a mí
Entonces lo sentí. El vaho repugnante que exhalaba su cuerpo, el aroma viejo y desgastado de su piel, su conciencia de criatura milenaria… casi podía oír el débil latido de su corazón.
Apreté los puños con fuerza, todo mi cuerpo se tenso.
Su conciencia entró en mí mente, la sentía vagar por mis recuerdos, explorar mis más indefinibles emociones, adentrarse en mis miedos, vagar por mi subconsciente y comenzar a controlar mis movimientos.
Cerré los ojos, no deseaba verlo otra vez, verlo me enloquecía, me hacía desear gritar… desear escapar.
Sus redes de poder siguieron su recorrido por mi cuerpo. Sentí como le ordenaba a mi cuerpo que se levantase. Me resistí, intenté evitarlo, deseaba quedarme allí sentada, pero él no me dejo, obligo a mis piernas a moverse y tuve que incorporarme. Me quede allí, sostenida sólo por su fuerza, por el poder de su voluntad y de sus siglos de sabiduría.
Mis pies se movieron lentamente, hacía él. No veía nada. Seguía con los ojos fuertemente cerrados, deseando desaparecer, fundirme con las sombras que sabía que me rodeaban, con la negrura que se extendía por mi alma.
Cada vez su olor era más penetrante, se colaba por los poros de mi cuerpo, por las fosas de mi nariz, por cada hendidura de mi cuerpo.
Mis pies se seguían deslizando por el pavimento… y me pregunté si esto tendría algún caso, si a él le serviría, aunque sólo fuese un poco, mi sangre.
Pero eso ya no importaba, le sirviese o no, la tomaría, me tendría que hacer a la idea de una buena vez, él se bebería mi sangre, así, sin rodeos de ningún tipo, me haría completamente suya por medio de la sangre, estaba a un paso de morir, de la forma más inimaginable que era posible, a manos de una criatura de la que pocos o nadie conocía su existencia, que su creación se remontaba al principio de los tiempos y seguía su vagabundeo por el mundo en búsqueda de la sangre, la magnifica sangre, que le devolvería toda su fuerza y poder, que lo haría total y completamente invencible…
Pero había tanta sangre en el mundo, tantas partículas con la maravillosa mezcla que a pesar de todos los siglos, milenios, años, que llevaba en su búsqueda, no había hallado ni la más mínima gota. Ni la más mínima.
Y aquí aparezco yo en la historia, con un par de probabilidades a mi favor de llevar en mis venas el necesario líquido rojo…
Di un resoplido, no tenía ninguna necesidad de recordar todo eso, como él exploro mi mente, se coló en mis sentidos y aturdió mi conciencia a tal grado que ya no sabía quién era yo, ni cuando me atacaría él.
Así que me ofrecí voluntariamente, sin rodeos, no quería vivir esperando el momento en que él se volviese a colar en mi mente y me matase o algo peor. Quería acabar con esto de una buena vez.
Sentí el olor putrefacto de su respiración en mi cara. Reprimí una arcada. Estábamos muy cerca, demasiado cerca… quizás sólo unos centímetros separaban mi rostro del suyo.
Luego su piel. La textura rasposa y vieja sobre mi cintura. Mi cuerpo comenzó a temblar y estremecerse. Él estaba dentro de mí, su conciencia fundida con la mía, en un pacto diabólico e inexplicable, incongruente e ilógico, sin sentido.
Empezó a cobrar fuerza, a hacerse una presencia cada vez más fuerte frente a mí, su poder se extendía al infinito, casi podía sentir las redes de su pensamiento rodeándome, colándose por cada resquicio de mi piel.
Luego su energía me invadió, rompió todas las barreras y fluyó libre por mi cuerpo. El dolor era terrible, parecía que un fuego subía y bajaba por mis venas, dejando un estela de dolor a su paso… hasta que llego al corazón… allí se detuvo, yo ya no podía respirar, cada vez me separaba más de mi cuerpo, de mi sangre…
La energía se detuvo allí, una sensación cosquilleante y abrupta. No podía pensar en otra cosa más que en eso, en el dolor.
Luego exploto, grité, el sonido desagarro los tendones de mi garganta y se perdió en la oscuridad, sentía la sangre vagando por todo mi cuerpo, como él la atraía con sus redes de poder hacía mi boca…. como él me besaba y succionaba toda la sangre.
Sólo lo sentía… ya no podía abrir los ojos… no sabía ahora donde estaba… mi cuerpo era mío y al mismo tiempo no… ya no tenía ningún control sobre él…
Mi sangre empezó a agotarse, el succionaba con más fuerza… quería hasta la última gota… y yo… yo me empecé a hundir en la oscuridad… vaga conciencia amorfa que vaga por los confines del universo sin saber como ni donde fue creada…. y la oscuridad eterna, infinita, de mi muerte.
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