Ehh... mi información... según esto

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D.F., Mexico
Intentaré ser lo más exacta posible, pero con tan poco espacio no prometo nada, jaja, vean, sólo puedo poner 1200 carácteres, y, escribo tanto, tengo tantas cosas que decirles que simplemente no me caben, jaja Esta bien, les diré que me gusta leer, algo demasiado obviooo, también escribir, jaja, y... me gusta... el helado, aahhh, sobre esto, tengo que decirles que soy un helado de uva karateca, jaja, y además sepó(no hay otra forma de escribirlo) rico, jaja, y también me gusta reirme de todo, comer chocolate, pastel y cantar, bambambam barararararara, y así mientras bailo, jajaja Por último!!! deseo ser vagabunda o trotamundos, jaja, aunque lo segundo suena más bonito, así que me gustaría que me regalaran un bastón negro para cuando ejerza mi profesión o unos tennis-botas con suelas enormes para poder subir montañas y vadear rios, jaja

13/9/08

Charcos en la oscuridad

Caminaba por la acera. Era de noche. Las calles estaban solas. Abandonadas. Oscuras. Desiertas. Grandes trozos de pavimento negro, iluminados ocasionalmente y sobresaltados por ruidos olvidados, acallados por la inmensidad del silencio.
Tenía prisa. Había vuelto a salir retrasada, como siempre, y el deseo de llegar me roía las entrañas. Otra vez tarde. Era costumbre. Siempre intentaba salir temprano, pero no, alguna cosa estúpida y sin sentido me retrasaba. Sólo hacía cosas que me quitaba el tiempo y que no tenían utilidad.
El suave ronronear de un auto atrajo mi atención, se escuchaba demasiado cerca, demasiado cerca… y demasiado lento.
Aumenté el ritmo mientras caminaba. Sólo a mí se me ocurría hacer esto, caminar por una calle así tan de noche.
Estúpida, estúpida, murmuraba para mis adentros.
Volví la cabeza. El auto estaba justo al lado mío, una delgada capa de sudor me empezó a cubrirme todo el cuerpo. Estaba temblando. Nunca me había pasado nada, nunca había sufrido de ningún robo o algo parecido. Nunca.
Una voz masculina y ronca salió del auto. “¿No quieres que te lleve?”
Sentí que me paralizaba. Maldito imbécil, ¿por que me molestaba?
Me di la vuelta bruscamente, podría rodear la calle y perder al tipo, tenía miedo. Pero podría controlarlo. Siempre había podido. Siempre había sido fuerte
Él arrancó. Di un suspiro de alivio y seguí caminando.
Me extravié en mis pensamientos, ya no faltaba mucho para que llegara, un par de cuadras más y estaría a salvo con los demás chicos, ningún idiota me molestaría.
Un ruido empezó a perforar mi subconsciente, el mismo y repetitivo ruido, como un disco rayado, una y otra vez, traté de reconocerlo, mientras alejaba las cosas en las que pensaba, pero era difícil, era tan monótono que sólo taladraba mi mente y me impedía pensar. Me iba volver loca si continuaba así.
Entonces entendí… no era un ruido desconocido. Era un ruido de tacones. Un ruido de zapatos con un tacón de tres pulgadas que chocaban contra el pavimento. Una y otra vez. Alguien estaba detrás de mí y yo, hasta este momento, no lo había notado.
¡Maldición! ¡¿En qué carajos iba pensando?! No tenía ni la más mínima idea de donde estaba, todas las calles estaban igual de solas, todas las casas tenían las mismas viejas fachadas y todas las calles estaban llenas de basura y desperdicios. Y ahora alguien me seguía.
Reprimí un gruñido de frustración. Tal vez no me seguían. Lo mejor era intentar salir de aquí y regresar a mi casa. Estaba a tres pasos del pánico, las palmas me sudaban, mi respiración era jadeante, me faltaba el aliento y la negrura lo invadía todo. Sólo charcos de luz amarilla me dejaban ver que demonios pisaba.
Di una vuelta, otra, seguía por una calle, doblé a la derecha, luego a la izquierda, di mi mil y un maromas, y no, nada servía. Mierda, maldito desmadre de casas iguales, y el ruido de tacones que no se detenía. Carajo, carajo y más carajo.
Haber tranquilízate, piensa, murmuré. No sirvió de nada, el ruido de mi corazón bombeando resonaba en el silencio y yo no podía hacer nada para controlarme, estaba desesperada quería llegar ya, ya, ¡¡¡YA!!!
Y entonces el ruido de tacones se detuvo… volví la cabeza… y lo vi… mis zapatos estaban tirados sobre la banqueta, inmóviles y yo…. yo no era nada… sólo un charco de sudor y bombeo de sangre en la oscuridad

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