Caminaba por la calle. Tenía prisa.
La lluvia me mojaba el rostro y el agua me escurría por el cabello
Apreté con fuerza el maletín que llevaba en la mano. Nunca había hecho esto, un temblor incontrolable, que no sabía si era por el frío o por el miedo, me sacudía el cuerpo. Las piernas me flaqueaban un poco
Pero ya no podía echarme para atrás. No después de todo lo que había pasado.
La lluvia arreció, y la gabardina se empapo rápidamente. Buena pinta iba a dar yo cuando llegara rezumando agua.
Di un resoplido de disgusto, ¡Joder! ¡maldita lluvia!
El rasgueo de los bajos de mi pantalón me distraía. Las sombras se extendían y multiplicaban por los rincones. Sentí que miles de ojos me acechaban
Los faros de un auto iluminaron la avenida. Desaparecieron. Sólo pequeños charcos de luz se difuminaban por el pavimento…
Desee tener el arma en la mano… pero no podía, era demasiado peligroso.
Todavía me intrigaba el contenido del maletín. Sabía que era peligroso… pero no sabía cuanto… tenía la vaga sospecha de que eran recetas de morfina…
No me lo habían dicho. No me decían nada, sólo lo que tenía que hacer… ir y dejar el maletín, procurar que nadie me viese y no perder el maletín… sabía que si lo hacía me matarían. No me quedaba la más mínima duda de eso.
Aceleré el paso.
Las calles se sucedían una a una…
La encontré. Calle 12.
El letrero estaba viejo y gastado… las letras eran casi ilegibles... pero no había duda, era el lugar.
Doblé el recodo.
Había edificios a ambos lados de la calle. Tenían manchas de humedad y la pintura descascarada. Las ventanas eran pequeñas… sólo algunas tenían luz en su interior.
Mis pasos resonaban sobre el pavimento encharcado.
Faltaba poco para llegar… un par de edificios.
Un ligero ruido me distrajo. Parecía el rasgueo de una navaja contra algo de metal… un coche, quizás.
Imprimí más rapidez a mis pasos… vana esperanza, no sabía que ya estaba condenado.
El ruido paró.
La lluvia no dejaba de caer.
El ruido de unas pisadas me hizo parar en seco. Metí la mano en el bolsillo, buscando la seguridad del metal contra mis dedos.
-¡Ehi papi!, ¿a dónde vas con tanta prisa?
El sudor se confundió rápidamente con el agua que me escurría por el rostro.
Me volví sobre mis pasos. Empuñe con fuerza el arma, le quité el seguro.
Era un chico. Alto, delgado, una espesa y sucia melena negra le caí sobre los hombros. Usaba unos jeans desteñidos y una camisa que a duras penas cubría sus portentosos músculos. Los rasgos de su cara eran duros e inexpresivos. Su mandíbula fuerte y cuadrada.
Sin darme cuenta retrocedí un paso.
El chico sostenía un garrote con la mano izquierda. La derecha la mantenía oculta detrás de su espalda. Di otro paso hacía atrás y un charco me hizo resbalar. Logré recuperar el equilibrio.
Empecé a sacar la pistola del bolsillo cuando vi que el avanzaba hacía mí. No alcancé a reaccionar. Me propinó un golpe en la quijada con la culata de la pistola.
Solté el arma en el bolsillo y caí al suelo.
-Demasiado fácil –lo oí murmurar
Guardo la pistola y empuño el garrote con las dos manos. Se acercó más a mí y comenzó a golpearme hasta que empecé a gemir de dolor, no me podía controlar, me revolcaba en el suelo como un animal y ya no alcanzaba a comprender que pasaba. La lluvia me empapaba el rostro
-Jaja, ¿no me digas que creíste que te darían algo así como así?... eres un pendejo de primera.
Dejó de golpearme y se paró junto a mí… yo tenía la mandíbula destrozada, llena de sangre… probablemente todas las costillas rotas y algunos miembros dislocados.
Se subió a horcajadas sobre mí y me tomó el cabello con fuerza.
-Eres un imbécil… no pasaste la prueba… ¿sabes que llevas en el portafolios?– su voz adquirió un tono de burla- papel, pendejo, papel
Sentí que las lágrimas se deslizaban por mis mejillas… pero era sólo mi imaginación… ya no sentía nada
Escuché un pequeño chasquido… luego una cosa fría y dura se poso en mi frente.
-Adiós idiota
Un disparo perforó la noche, sólo uno.
La lluvia me mojaba el rostro y el agua me escurría por el cabello
Apreté con fuerza el maletín que llevaba en la mano. Nunca había hecho esto, un temblor incontrolable, que no sabía si era por el frío o por el miedo, me sacudía el cuerpo. Las piernas me flaqueaban un poco
Pero ya no podía echarme para atrás. No después de todo lo que había pasado.
La lluvia arreció, y la gabardina se empapo rápidamente. Buena pinta iba a dar yo cuando llegara rezumando agua.
Di un resoplido de disgusto, ¡Joder! ¡maldita lluvia!
El rasgueo de los bajos de mi pantalón me distraía. Las sombras se extendían y multiplicaban por los rincones. Sentí que miles de ojos me acechaban
Los faros de un auto iluminaron la avenida. Desaparecieron. Sólo pequeños charcos de luz se difuminaban por el pavimento…
Desee tener el arma en la mano… pero no podía, era demasiado peligroso.
Todavía me intrigaba el contenido del maletín. Sabía que era peligroso… pero no sabía cuanto… tenía la vaga sospecha de que eran recetas de morfina…
No me lo habían dicho. No me decían nada, sólo lo que tenía que hacer… ir y dejar el maletín, procurar que nadie me viese y no perder el maletín… sabía que si lo hacía me matarían. No me quedaba la más mínima duda de eso.
Aceleré el paso.
Las calles se sucedían una a una…
La encontré. Calle 12.
El letrero estaba viejo y gastado… las letras eran casi ilegibles... pero no había duda, era el lugar.
Doblé el recodo.
Había edificios a ambos lados de la calle. Tenían manchas de humedad y la pintura descascarada. Las ventanas eran pequeñas… sólo algunas tenían luz en su interior.
Mis pasos resonaban sobre el pavimento encharcado.
Faltaba poco para llegar… un par de edificios.
Un ligero ruido me distrajo. Parecía el rasgueo de una navaja contra algo de metal… un coche, quizás.
Imprimí más rapidez a mis pasos… vana esperanza, no sabía que ya estaba condenado.
El ruido paró.
La lluvia no dejaba de caer.
El ruido de unas pisadas me hizo parar en seco. Metí la mano en el bolsillo, buscando la seguridad del metal contra mis dedos.
-¡Ehi papi!, ¿a dónde vas con tanta prisa?
El sudor se confundió rápidamente con el agua que me escurría por el rostro.
Me volví sobre mis pasos. Empuñe con fuerza el arma, le quité el seguro.
Era un chico. Alto, delgado, una espesa y sucia melena negra le caí sobre los hombros. Usaba unos jeans desteñidos y una camisa que a duras penas cubría sus portentosos músculos. Los rasgos de su cara eran duros e inexpresivos. Su mandíbula fuerte y cuadrada.
Sin darme cuenta retrocedí un paso.
El chico sostenía un garrote con la mano izquierda. La derecha la mantenía oculta detrás de su espalda. Di otro paso hacía atrás y un charco me hizo resbalar. Logré recuperar el equilibrio.
Empecé a sacar la pistola del bolsillo cuando vi que el avanzaba hacía mí. No alcancé a reaccionar. Me propinó un golpe en la quijada con la culata de la pistola.
Solté el arma en el bolsillo y caí al suelo.
-Demasiado fácil –lo oí murmurar
Guardo la pistola y empuño el garrote con las dos manos. Se acercó más a mí y comenzó a golpearme hasta que empecé a gemir de dolor, no me podía controlar, me revolcaba en el suelo como un animal y ya no alcanzaba a comprender que pasaba. La lluvia me empapaba el rostro
-Jaja, ¿no me digas que creíste que te darían algo así como así?... eres un pendejo de primera.
Dejó de golpearme y se paró junto a mí… yo tenía la mandíbula destrozada, llena de sangre… probablemente todas las costillas rotas y algunos miembros dislocados.
Se subió a horcajadas sobre mí y me tomó el cabello con fuerza.
-Eres un imbécil… no pasaste la prueba… ¿sabes que llevas en el portafolios?– su voz adquirió un tono de burla- papel, pendejo, papel
Sentí que las lágrimas se deslizaban por mis mejillas… pero era sólo mi imaginación… ya no sentía nada
Escuché un pequeño chasquido… luego una cosa fría y dura se poso en mi frente.
-Adiós idiota
Un disparo perforó la noche, sólo uno.
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