Succioné aire, esperando recobrar el control sobre mí mismo
Estúpido error. No podía ser más idiota. Un olor a droga, vomito y desechos me invadió las fosas nasales.
Una segunda arcada me recorrió el cuerpo y esta vez no la pude contener.
Vomité.
El asqueroso líquido mezclado con saliva se deslizó por mi boca. Escupí y me limpié los labios de un manotazo.
Con una mano apoyada en la pared y otra empuñando el pequeño revolver seguí caminando.
Dos pasos. Tres pasos…
Mi mano se topo con el rellano de la puerta. Tenía que ser esta, ya no aguantaba estar ahí, en medio de las tinieblas y la oscuridad, sin saber que sucedía o si había alguien más en el pasillo.
Recorrí la puerta con la palma de la mano, reconociendo, buscando. Sentí el frío del picaporte. Lo solté...
¡Por Dios que sea aquí!, rogué mientras pulsaba el timbre.
Esperé
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