Ehh... mi información... según esto

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D.F., Mexico
Intentaré ser lo más exacta posible, pero con tan poco espacio no prometo nada, jaja, vean, sólo puedo poner 1200 carácteres, y, escribo tanto, tengo tantas cosas que decirles que simplemente no me caben, jaja Esta bien, les diré que me gusta leer, algo demasiado obviooo, también escribir, jaja, y... me gusta... el helado, aahhh, sobre esto, tengo que decirles que soy un helado de uva karateca, jaja, y además sepó(no hay otra forma de escribirlo) rico, jaja, y también me gusta reirme de todo, comer chocolate, pastel y cantar, bambambam barararararara, y así mientras bailo, jajaja Por último!!! deseo ser vagabunda o trotamundos, jaja, aunque lo segundo suena más bonito, así que me gustaría que me regalaran un bastón negro para cuando ejerza mi profesión o unos tennis-botas con suelas enormes para poder subir montañas y vadear rios, jaja

27/5/08

Tras la generación beat


Jean Louis Kerouac, un personaje fuera de lo común, mítico, desenfrenado, loco, creador de la generación beat, padre de la ideología hippie, alguien que únicamente fue lo que quiso ser y huyo del mundo en el que vivía a fuerza de transitar el camino una y otra vez, a bordo de Cadillacs desvencijados, velocidades extremas y motores sobrecalentados.
Poca gente lo conoce, quizás únicamente los que son o aspiran a ser hippies. Yo, aunque algunos me contradigan, no soy ni lo uno ni lo otro.

Conocí a Kerouac en uno de mis erráticos vagabundeos por la biblioteca, estaba allí, tímido, escondido detrás de unos gruesos tomos. Tal vez cargado de becendrina y aporreando su máquina de escribir.
Tomé el libro, le di la vuelta entre mis manos y leí la parte posterior... Una sonrisa fue iluminando paulatinamente mi semblante. Sin dejar de leer el libro caminé hasta la mesa.
Y en la página 16 encontré justo lo que buscaba, lo que se convertiría en mi lema de ahora en adelante: “... mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos...”. La frase me enloqueció, parecía hecha para mí, la leí una y otra vez, hasta que quedo grabada en mi memoria.
Jean Louis Kerouac nació un 12 de marzo de 1922 en Massachussets, hijo de una familia francocanadiense estuvo obsesionado con tres cosas a lo largo de su vida: la muerte, el sexo y la religión.
Recorrió el camino en compañía de otros fundadores de la generación beat, Neal Cassandy, Allen Ginsberg, William Burroughs. Viajes llenos de la América de ese momento, de alcohol, marihuana, éxtasis, becendrina, orgías, carros; todo lo que componía el mosaico de ese mundo subterráneo del interminable camino que el recorrió.
Con un estilo muy particular logró plasmar su propia autobiografía transitando el polvoriento camino, de una manera desaforada y loca, desinhibida, rebosante de vida y energía, palpitando en cada letra estampada en largos rollos de hojas pegadas y papel teletipo, porque él no tenía tiempo para cambiar las hojas del rodillo de su máquina de escribir, todo en él era rápido, efímero, desordenado.
Sus herederos hippies tomaron sus ideas, el interés por la música y las culturas indígenas, el amor libre, el misticismo, la libertad de expresión, el uso de drogas y el regreso a la naturaleza, la rebelión contra la civilización urbana y el armamentismo, contra el progresivo consumismo.
Jean Louis Kerouac recorrió la carretera una y otra vez, de este a oeste, llegando a México, pasando por Nueva York, Nueva Orleáns, San Francisco, sin saber realmente a donde iba o porqué, sólo transitando, buscando aventuras y escribiendo, porque el vivía para escribir, y escribía para poder vivir.
Ningún editor deseaba publicarlo, y cuando al fin vio un libro suyo impreso las críticas fueron duras, nadie entendía su estilo, fue denigrado, pisoteado. En las conferencias se presentaba borracho, escribía libros en pocos días, sin comer o dormir, lleno hasta el tope de becendrina.
Él se iba al camino para huir y escapar de tantas presiones, para liberarse de todos los críticos y escritores de su época
Sus libros más importantes fueron: En el camino, Los Vagabundos del Dharma y La vanidad de los subterráneos.
Kerouac nunca dejó de escribir y murió un 21 de octubre de 1969. Él nos mostró lo que vendría después: los hippies, el rock y la locura.

1 comentario:

La frontera entre China y París dijo...

Aquí justo es`perando a leer la nueva edición de On the Road enque aparecen los nombres verdaderos. En muchas librerias de USA, los libros de Kerouac hay que pedirlos en el mostrador porque no están en la estantería. La razóns que los veraderos fans tienen que robar el libro y no pagar por él.
Saludos