Ehh... mi información... según esto

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D.F., Mexico
Intentaré ser lo más exacta posible, pero con tan poco espacio no prometo nada, jaja, vean, sólo puedo poner 1200 carácteres, y, escribo tanto, tengo tantas cosas que decirles que simplemente no me caben, jaja Esta bien, les diré que me gusta leer, algo demasiado obviooo, también escribir, jaja, y... me gusta... el helado, aahhh, sobre esto, tengo que decirles que soy un helado de uva karateca, jaja, y además sepó(no hay otra forma de escribirlo) rico, jaja, y también me gusta reirme de todo, comer chocolate, pastel y cantar, bambambam barararararara, y así mientras bailo, jajaja Por último!!! deseo ser vagabunda o trotamundos, jaja, aunque lo segundo suena más bonito, así que me gustaría que me regalaran un bastón negro para cuando ejerza mi profesión o unos tennis-botas con suelas enormes para poder subir montañas y vadear rios, jaja

5/8/08

Bajo el retrovisor

[Sorry, lo intenté, pero no me dio tiempo de terminarlo, según mis cálculos sólo va a ser un cuento breve, así que mañana lo termino, si puedo, of course, y os pongo el resto de la historia en el mismo post, vale?
Bueno saludos!!!]

Recargas tu cabeza en el respaldo, meditabundo, fatigado, esperando descansar un poco antes de llegar. Un casi imperceptible sudor te resbala por las mejillas, una capa húmeda cubre tu frente. Pero tú sigues ahí, incólume, sin moverte, sin intentar limpiarte el sudor con el pañuelo que llevas en el bolsillo o alguna otra acción estúpida.
Quizás sólo piensas.
En qué, quien saber… no me importa. Me da igual, podrías estar pensando en las cosas que te faltan por hacer antes de que termine el día, en la novia que quizás no tengas, o, más probablemente, en lo que cenaras… y eso sólo si ya comiste, otra cosa que es imposible de averiguar… aunque duda que te hallas perdido alguna vez una comida en toda tu vida, tu vientre pronunciado y la grasa que tornea tus brazos y cara y los hace fofos y resbalosos te delata. Tu dieta ha de incluir probablemente ese tipo de alimentos chatarra que saben tan bien, pizzas, hot dog’s, hamburguesas, tacos, esa comida llena de color y sabor que ha de embriagarte cada día.
Llevas un reloj digital en la muñeca.
8:09, alcanzó a distinguir.
Tu pecho sube y baja al ritmo de tu respiración.
Llevas una camisa a cuadros azules y rayas blancas. Un maletín negro se recarga sobre tu abultado abdomen. Pareces un fracasado que intenta parecer importante… sino no estarías aquí, conducirías un porche o alguna cita nocturna haría que llegases más tarde a tu casa. Quizás pienses en eso, en que eres un fracasado.
Después de unos minutos un sonido gutural sale de tu garganta, te remueves un poco. Abres los ojos, tentativamente, intentando distinguir entre la oscuridad el lugar donde estamos. Pero no puedes. Una arruga surca tu frente y te inclinas sobre el asiento, buscando ver por la ventanilla algo que te resulte familiar. Alguna tienda, o calles por las que recuerdes haber pasado. Pero no. Nada.
Consultas el reloj de tu muñeca, quizás calculando el tiempo que te quedaste dormitando. La arruga en de tu frente se hace más profunda. Un pequeñísimo destello de miedo surca tus ojos. Veo que el sudor se desliza más profusamente por tu frente.
Pero aún así no dices nada.
Miras por la ventana, rectificando tus anteriores impresiones. Pero no, lo mismo. No conoces el lugar.
Tus pupilas se dilatan. Un estremecimiento recorre tu cuerpo. Y entonces, por fin, miras el retrovisor. Me miras, directo a los ojos, ves como te observo, quizás también ves la sonrisa maliciosa y grotesca que cruza mi boca, aunque no creo, con ver mis pupilas ha de haber sido suficiente para que supieras que estabas en un muy serio aprieto. Demasiado serio.
No dejo de observarte, las impresiones finales siempre son las mejores, las más cargadas de la naturaleza animal de las personas, del bloqueo de las reglas de conducta de la sociedad, donde por fin se refleja lo que ocultan dentro de ellos.
Abres la boca para decir algo, para reclamarme algo. Pero no, con el sutil gesto de llevarme un dedo a los labios comprendes que es mejor no hablar, y lo comprendes simple y sencillamente porque por fin tus ojos han visto el puñal que descansa sobre el tablero del auto móvil y el apenas asomo del cañón por debajo de mi chaqueta. Yo sigo conduciendo. Después de hacer tantas veces esto lo he perfeccionado a tal punto que sé exactamente porque calles vamos sin necesidad de mirar, es importante no dejar de verlos, no dejar de observarlos, las impresiones son las cosas más importantes. Como el hecho de que abres cuidadosamente el maletín, intentado que yo no me percate que lo haces y sacas el móvil.

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