Bajo la sombra del tiempo y la memoria

Recorrí con mis palmas,
con la punta de mis dedos,
con el fuego de mi alma,
ese cuerpo sinuoso,
escurridizo,
esbelto,
ágil,
que huía y se evaporaba,
que temblaba y se estremecía
al compás de mis caricias.

Sentí ese valle,
negro y profundo.
Succioné y besé
esos labios tórridos y suaves.
Jugué con la humedad de esa lengua
Imprimí una nueva cadencia
a ese cuerpo,
rítmica y febril,
impaciente y demente.
Vagué por los oscuros confines
de su vientre,
por las llanuras inexploradas de sus muslos.
por la penetrante voz de su deseo,
por la voracidad de sus labios,
por la profundidad de su mirada.


Busqué y busqué palabras,
algún garabato extraño y esperpéntico
que saliera de mí,
pero no hallé nada,
sólo una tristeza
terrea y estática
donde se alojan mis demonios,
donde vive mi subconsciente,
y lamento no saber que escribir,
ni que decir,
sólo sé que aunque pasen los siglos
seguiré recordando aquella tarde,
el sonido de nuestras bocas al chocar,
el resonar de nuestra respiración,
el ritmo, lento y continuó,
de mi cuerpo sobre el tuyo…
Todo lo recordaré, por más que tú
lo vayas a olvidar.

Y siempre, aunque te extravíes
en la oscuridad ignota del tiempo,
te extrañaré.