Ehh... mi información... según esto

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D.F., Mexico
Intentaré ser lo más exacta posible, pero con tan poco espacio no prometo nada, jaja, vean, sólo puedo poner 1200 carácteres, y, escribo tanto, tengo tantas cosas que decirles que simplemente no me caben, jaja Esta bien, les diré que me gusta leer, algo demasiado obviooo, también escribir, jaja, y... me gusta... el helado, aahhh, sobre esto, tengo que decirles que soy un helado de uva karateca, jaja, y además sepó(no hay otra forma de escribirlo) rico, jaja, y también me gusta reirme de todo, comer chocolate, pastel y cantar, bambambam barararararara, y así mientras bailo, jajaja Por último!!! deseo ser vagabunda o trotamundos, jaja, aunque lo segundo suena más bonito, así que me gustaría que me regalaran un bastón negro para cuando ejerza mi profesión o unos tennis-botas con suelas enormes para poder subir montañas y vadear rios, jaja

12/6/08

Paciente succión II

III
-¡Ah!.... ¡Oh, por Dios!, ¡Oh por Dios!... ¡Octavio!-tus gritos llenaban la alcoba y yo me sentí satisfecho feliz, terriblemente excitado.
Finalmente conseguí arrancarlo, cerré los ojos mientras el sabor me deleitaba, me hacía enloquecer, mastiqué el pezón con fuerza y, por fin, me lo tragué. Ahora iba el otro… sólo quedaba un surco lleno de sangre donde antes estuvo tu maravilloso pezón, deslicé el dedo en esa pequeña ranura sanguinolenta y tú, que tenías la cara perlada de sudor y los ojos afiebraos te removiste, mientras un espasmo de dolor cruzaba tu cuerpo… y eso era sólo el principio…
Lamí el agujero lleno de sangre que tenías y luego, hastiado de ver la forma en que te revolvías de dolor, me concentré en el otro pezón hasta que este terminó en mi estómago.
Tú ya no respondías al dolor de tu piel, parecía que estabas en otra dimensión, alejada de tu cuerpo y de los sufrimientos por los que te sometía.
Deslicé mi lengua por tus senos, hasta que llegue a tu vientre, aspire ese olor, dulzón y picante, y desee entrar en ti, ser parte de ti, controlarte y fundirte conmigo.
Te estremecías, forcejeabas, a pesar del dolor que debías sentar en el pecho, en tus extirpados pezones.
Dejé vagar mi lengua por tu cuerpo, dejando una estela de saliva a mi paso. Después volví a subir, mientras mi pulso se aceleraba y el sudor corría por mi cuerpo. Temí que el bulto que sentía en la entrepierna me rompiese el cierre… pero eso no ocurrió, a pesar de que me sentía a punto de estallar de placer logré controlarme. Todavía faltaban más cosas, no convenía que todo acabara tan rápido y no pudiera llevar a cabo todo mi propósito.
Me alcé y me acosté sobre ella, sintiendo en mi pecho los desenfrenados latidos de su corazón, la humedad de la sangre que le escurría por el pecho…
Besé suavemente su garganta, pero un impulso primitivo hizo que la comenzase a morder, desgarrando su carne…, sentía el sabor de sangre en mi boca, en mi paladar, la sentí bajar por mi garganta, llegar a mi estómago.
Ella había dejado de debatirse, a pesar de que mis cruentas mordidas debían producirle algún dolor.
Por fin me cansé de desagarrarle la garganta y subí a su cara, dándole besos y llenándola de saliva.
Le mordí el labio y la besé, fuertemente, de manera abrupta, sin dejarla respirar, jugando con su lengua.
Pero me cansé del juego, yo quería más, no sólo eso.
Me levanté y la miré con fijeza. Sus ojos estaban enfebrecidos, delirantes, mirándome con suplica y odio al mismo tiempo, su cara estaba pegajosa de saliva y llanto, su cuerpo estaba rojo, con mordiscos que se veían de forma grotesca en su blanca piel. Pero lo que la hacía verse realmente en un estado de dolor total era los regueros de sangre que se esparcían por sus pechos, dándoles un tinte rojo y macabro… el color de la tortura.
Me empecé a desnudar, lentamente, sin dejar de mirarla con fijeza. Sus muñecas estaban rojas e irritadas por los intentos que hacía por liberarse.
Mis pantalones se hicieron un ovillo a mis pies… no me sentía con fuerzas suficientes para terminar de quitármelos, así que así, arrastrando los pies, volví a acercarme al lecho. Pase la yema del dedo por su roja cabellera, su textura era suave y lisa. Me subí al lecho y con mis muslos fue abriendo los suyos. Me miró con pánico, a pesar de todo el dolor que ya había sufrido seguía teniendo miedo.
Me metí en ella, de forma abrupta y sin rodeos de ninguna clase, comencé a mover las caderas con fuerza creciente y ella dejo de pensar, de sentir, lo sabía por el estrabismo que se le leía en su mirada… tan lejana… tan inalcanzable…
¡Maldición!, yo no sólo quería su cuerpo, deseaba, además, su mente, controlarla, aunque solo fuera por esta noche.
Dejé de moverme dentro de ella, y saqué mi miembro todavía erguido. Ella me miraba expectante, intentado averiguar que haría, pero sin la más mínima sombra de curiosidad… o miedo… o emoción… nada. Parecía como si lo que le pasaba a su cuerpo hubiera dejando de importarle.
La voltee boca abajo de manera salvaje, después le doblé las rodillas, obligándola a arquear la cadera. Y entonces lo hice, metí mi miembro en su trasero y ella soltó un aullido desgarrador, mientras luchaba por moverse, por dejar de sentir ese dolor, esa presión. Pero yo no se lo permití, ella no dejaba de gemir, de llorar, casi podía imaginar la mirada demencial de sus ojos.
Mis caderas empezaron a moverse más deprisa, y yo era incapaz de frenar lo que hacía mi cuerpo…, la lastime sin querer, aunque no lo deseara en ese momento la lastimaba más y más… hasta que finalmente culminé, solté un aullido y experimente el mejor orgasmo de mi vida…
Caí sobre ella, jadeante, con las gotas de sudor brillando en mi cuerpo desnudo y la boca desencajada… ¡por fin!, ¡por fin lo había hecho!, lo que tanto había anhelado esos meses ya había pasado… y nunca, nunca olvidaría esa noche.
Pero… todavía no ha terminado.
Intenté regular mi respiración, controlar los latidos de mi desbocado corazón. Ella, al sentir mi brutal peso encima se había desplomado sobre la cama… ahora estaba demasiado débil, la había herido de manera terrible.
Me froté encima de ella, hasta que conseguí recobrar el control de mis sentidos… debía darme prisa, la noche aún no había acabado.
Volví a tomar la navaja y la acerqué a la zona lumbral de su espalda, la subí lentamente, dejando una estela de sangre roja, caliente y espesa, que se deslizaba por su piel… ¡oh! era tan macabro, tan sexy, ver el contraste rojo de su sangre contra la blancura de su piel.
La estela roja se prolongo hasta la raíz de su cuello, ahí paré, ahora la sangre se expandía sobre su espalda, formando telarañas y ramificaciones extrañas, parecidas a las venas…
La tomé por los hombros y la giré… estaba inconciente, mejor para ella… sentirá menos dolor.
Volví a hacer lo mismo, creando una herida que iba desde su vientre hasta su clavícula. La sangre manó de manera más abundante, y yo fui recorriendo una y otra vez la estela roja, haciendo la herida más profunda, la sangre salía a borbotes… imparable.

IV
Su cuerpo se empezó a convulsionar, sus ojos se abrieron un segundo y pude ver el brillo del pánico, otra vez, en sus pupilas… antes de que se cerraran de manera definitiva.

Las sábanas estaban manchadas de sangre… y quedarían todavía más cuanto ella hubiera terminado de vaciarse… corté sus muñecas, sus antebrazos, sus piernas, su cuello, para que la sangre saliera más rápido.
Me paré frente al lecho, viendo la sangre fluir y escapar de sus venas, dejándola sin vida, seca, un flor marchita, arrugada y mustia, eso era lo que iba a ser, sin la sangre roja que le daba color a su cabello, a sus labios, que coloreaba sus mejillas y hacía brillar sus ojos. Casi sentí pena por ella. Ahora la sangre, en su estado más puro y verdadero, sería mía.
Pasaron los segundos, los minutos, las horas. Podía sentir como mi cuerpo se iba poniendo rígido, protestando por la incómoda postura en la que lo tenía.
Los músculos se me entumieron, parecía que había estado en esa posición toda mi vida… ya no sabía que hora era… pero no importaba… lo único que importaba era el fluir de la sangre sobre las sábanas, el color ojo que se iba extendiendo sobre ellas…
Las sábanas por fin estuvieron impregnadas de ese color; todo había acabado, sólo una cosa y podría dormir en paz… tenía que deshacerme de aquél cuerpo humano, que sin sangre en las venas no era nada, solo una fea y grotesca mezcla de órganos, huesos y piel inservibles, lo que le insuflaba belleza y vida empapaba ahora mis sábanas blancas.
Tomé su cuerpo entre mis brazos y salí de la habitación. Fui a la cocina… todavía no tenía muy claro como eliminaría el cuerpo… pero una idea todavía vaga y difusa se iba perfilando en mi mente.
La dejé sobre la pequeña mesa del comedor. Había un juego de cuchillos sobre el aparador. Tomé el más grande de todos ellos.
Lo empuñe con decisión y me acerqué a ella. Verdaderamente, sin la sangre no era nada, ni una sombra de lo que fue antes.
Primero corté su todavía hermosa cabellera y la dejé sobre el aparador, después cercené su cuello, su cabeza cayó rodando de la mesa.
Mutilé su cuerpo. Corté sus brazos y sus piernas, el tórax.
Todavía había un poco de sangre en su cuerpo… no demasiada, pero ahora tenía la cara, el cuerpo, las manos, empapadas de ella.
Fui por una bolsa de plástico y metí en ella todo lo que quedaba de su cuerpo…
Después salí. El aire fresco y frío de la calle me lleno de vitalidad de energía. Iba desnudo. La sangre se deslizaba por mis manos, por mi cuerpo, dejando manchas carmesí en las losas del piso. Es increíble la cantidad de sangre que puede tener un cuerpo… parece que nunca terminar de salir.
Apuré el paso. Mi casa estaba en un lugar bastante aislado. Sólo un par de casas se extendían a lo largo de la colina. Vivía a media hora de la cuidad, y la mayoría de las casas solo estaban ocupadas en verano.
Caminé hacía la cima, la luna me iluminaba el camino, los árboles lanzaban sombras terroríficas y yo me sentía feliz de haber logrado realizar mi propósito. La bolsa se mecía alegremente a un costado mío, la tenía fuertemente sujeta.
El viento aulló y las ramas de los árboles se mecieron con más ímpetu… ya casi llegaba… solo un par de pasos más.
Mis zancadas eran rápidas y firmes, sentía en las plantas de los pies el frío de la noche, las rocas me herían y la tierra se me incrustaba entre los dedos. Pero no importaba… eso era lo de menos.
Llegué, era el lugar perfecto. Me arrodillé en la tierra y dejé la bolsa al lado mío. Me puse a escarbar con las dos manos, las palmas pronto se me llenaron de tierra y el sudor me corría a chorros por el rostro.
El día empezaba a clarear cuando conseguí hacer una zanja lo suficientemente profunda para meter la bolsa y ocultar su olor a los animales que pasaran por allí.
Cogí la bolsa con reverencia y la metí dentro del hoyo, después la cubrí con la tierra que había quedado de lado mío. Aplasté el montículo que se formó… nadie sospecharía que la tierra había sido removida.
Me encaminé a la casa lleno de sudor, tierra, mugre y sangre.
La puerta se había quedado abierta. Entré y la cerré detrás de mí. Me encaminé a la ducha.
Llené la bañera y me sumergí en el agua fría… cerré los ojos y recordé todo lo que había pasado… después de vivir algo así ya no tenía sentido seguir viviendo… ¿para qué?, si esto superaba con creces cualquier cosa que pudiera vivir después…
Fui sumergiendo mi cabeza lentamente en el agua mientras recordaba el contoneo de sus caderas al caminar… el agua me empezó a cubrir la cara… la suave curva de sus senos… ya no podía respirar, toda mi cara estaba bajo el agua… el olor picante y añejo de su vientre…

1 comentario:

kame tatsuya dijo...

muy bien escrito, una forma detalla de describir el momento, escribes de una manera muy particular mmm si pudiera decirlo es similar a la de Edgar Allan Poe, estilos similares y igual de interesantes, sigue escribiendo de sa manera